sábado, 29 de junio de 2024

YARUMALES

 YARUMALES

Fue la noche más oscura de cuantas se recuerdan en Corinto. Comenzó con el estruendo de explosiones en la montaña el 20 de diciembre y duró hasta el amanecer del 17 de enero. Los militares decían que esa región era impenetrable. Cien veces habían intentado desalojar a los guerrilleros del M-19, comandados por Carlos Pizarro, y cien veces habían sido repelidos.

El 17 de enero, cuando la bandera azul, blanca y roja seguía ondeando en la cima de la colina, los militares dispararon al aire, pero no encontraron a nadie.

Vicente, que peleó en Yarumales y me narraba los sucesos de la guerra, recorría las calles de Santo Domingo. Llevaba un cuaderno en la mano y su fusil colgaba del hombro. También llevaba una cámara Zenit 11, que había traído de una visita a Moscú, preparada para capturar la historia. Caminaba por las calles polvorientas, buscando a los hermanos Taquinás. Esos hermanos eran los únicos sobrevivientes de una masacre en Jambaló. Tenían quince y diecisiete años. A ellos les gustaba luchar junto a Vicente y, en los momentos de paz, él les enseñaba a escribir y a contar historias.

En el caos de la batalla de Yarumales, me contó Vicente, había conocido a los hermanos. Eran las escoltas de Pizarro, me decía mientras tomaba un café oscuro y humeante, y ahora no se separaban del comanche. Ciento setenta combatientes en Yarumales resistieron durante veintisiete días y veintisiete noches. "La guerra ya no es el camino", me confesó Vicente. "Por eso espero que se firmen los acuerdos que no nos dejaron firmar en el 84, porque si salimos vamos a poner a Carlos de presidente y cambiaremos la historia". 

El 26 de abril de 1990, en un avión en pleno vuelo, la oligarquía colombiana y la cúpula militar mataron al comandante de Yarumales, a quien ni con cinco mil hombres y todo el poder militar pudieron vencer durante un mes de combates.         

 Jorge Alberto Narváez Ceballos



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