Cúrame como el sol cura la piel
herida de la noche,
como la luna susurra al agua
callada,
como el aleteo de las aves
libres
rompe el silencio de la cárcel
invisible.
Cúrame con el viento,
ese que sabe cantar en lenguas de
montaña,
que grita en los acantilados
y acaricia los campos
dormidos.
Cúrame con el fuego,
pero no cualquier fuego,
el que nace del corazón de los
volcanes,
el que no teme a la furia del
mundo
y se entrega al aire cálido
como el abrazo de una playa al
mar eterno.
Cúrame, te pido,
de esta soledad que crece como
maleza,
que aprieta los rincones del
alma.
Cúrame con tu amor,
ese amor salvaje que no entiende
razones,
o con tus besos,
esos que saben a eternidad
y desatan todos los nudos de mi
ser.
Hazlo.
Que sea tu amor quien me devuelva
la vida,
o tus besos quienes me liberen
del olvido.
Cúrame,
y juro que no miraré atrás.
Jorge Alberto Narváez Ceballos
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