jueves, 9 de enero de 2025

DEJAVU

 

Ese espacio late con la humedad de raíces viejas. La casa respira en sus losas de piedra, donde el tiempo se ha detenido en un silencio poroso, íntimo. Las paredes de tapia de barro conservan el tacto de la tierra viva, de las manos que alguna vez moldearon su piel. En ellas habita el eco de voces perdidas, susurrantes, como si el barro aún guardara el calor de su memoria. 

 

En el patio, los helechos se expanden en abanicos oscuros, húmedos, y se entrelazan con los geranios en un abrazo de verdes y rojos, como un pulso secreto que vibra en su contraste. Todo florece lento, pausado, como si el aire allí supiera contener la prisa. 

 

En la cocina, el olor a leña encendida se mezcla con el crepitar del fuego, un corazón de cenizas que palpita con el andar de los días. El humo sube en espirales perezosas, trenzándose con el aire, dejando en las paredes un velo tenue, un resplandor ahumado que narra historias de sopas espesas y cafés recién colados. 

 

En el fondo del sueño, como un cuadro velado por la neblina, una abuela emerge. Está de pie, inclinada apenas, esparciendo con cuidado las migas para las gallinas. Sus manos son un mapa de surcos y estrellas diminutas, y su gesto, repetido por años, se vuelve un ritual eterno. Las gallinas se acercan, con su andar torpe, picoteando el suelo, mientras ella las llama con palabras que el viento se lleva, pero que permanecen, invisibles, en el aire denso de la mañana. 

 

De repente escucho la voz de mi abuela, toda la casa parece escucharla. Es un espacio donde el pasado y el presente se deslizan, se tocan, se mezclan, como el humo y el barro, como los helechos y los geranios. Allí, en esa pausa que es hogar, el tiempo no avanza: respira.  Y me encuentro con el olor a moho de las tapias y el techo con hendijas que casi me hablan como cuando tenía cinco años y corría por los pasillos vacíos de la casa de mi abuela y reía y saltaba a sus brazos. Lo volví a vivir, por algo más que un segundo, entonces me sentí seguro, cálido y feliz.

 

Jorge Alberto Narváez Ceballos

"Pasto"
Óleo sobre lienzo
Darwin Córdoba


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