sábado, 7 de diciembre de 2024

ENTONCES CAMINO

Entonces camino por estos rincones donde el tiempo aún murmura tu nombre. Aquí, donde me dabas la mano, no había necesidad de promesas, pero igual las tejíamos, silenciosas, como quien canta para espantar el miedo a lo eterno. Me dejaste con ganas de otros besos, de amaneceres que no terminaban, con las luces del cielo danzando en nuestros ojos.



El café aún humea en mis recuerdos, endulzado por tus carcajadas, que llenaban el espacio-tiempo con una alegría que no podía encerrarse. Me dejaste iniciado, como un río al que le arrancan la fuente. Malcriado por tu calor, por la certeza de tu risa y la suavidad de tu aliento, aprendí a esperar lo imposible.



Aún siento el sabor del helado de vainilla, de aquella tarde en que lo compartimos entre palabras y silencios, comido a sorbos de tu boca. Ahora, cada rincón lleva tu aroma, cada esquina guarda un eco de tu risa. Y yo, aprendiz eterno de tu amor incompleto, sigo caminando, buscando entre los escombros de lo que fuimos, la chispa de lo que aún podríamos ser. Donde quiera que estés, quiero que sepas que olvidaste tus Jean bordados de flores. No te preocupes, los planté junto a las lágrimas de bebé y las hortensias, en el jardín que aún guarda tu sombra. Ahora florecen ahí, entre el rocío y la nostalgia, y cada pétalo susurra tus risas. Así, mientras sigan brotando, mis recuerdos también seguirán floreciendo, sembrados en esta tierra que aprendió a extrañarte.

Jorge Alberto Narváez Ceballos





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