martes, 2 de septiembre de 2014

REPETIDO RECUERDO




Hoy recordé el espejo junto a tu ventana, el reflejo de nuestros cuerpos en tu cama, la luz pálida, la sobrecama bordada a mano, los dos nocheros, la silla verde aceituna que contrasta con el tafetán de las cortinas y ese canapé donde dimos rienda suelta a la imaginación y a la destreza.



Tu mirada profunda reflejada en ese espejo me persigue, la luz de la calle entrando al cuarto creando la sombra de tu figura de pie junto a la cama. Te miro caminando hacia mí, desplazándote lenta y segura.



Recordé como entonces, todo en mi era una pasión rabiosa, una ansiedad que subía por mi piel desde la más profundo, cubriéndolo todo, hasta los recuerdos de otros cuerpos.



Yo sentado en esa silla, tu trasformada en al razón de mi existencia.



Tu cuerpo se liberó de toda clase de tensión y abriendo las piernas te acomodaste sobre mi cuerpo, que sentado en esa silla te recibió como un milagro, como agua en un desierto.



Tu cara cambió de color y de expresión de un momento a otro y mi cuerpo temblaba de un deseo más que humano, casi inmortal.



Fuimos como dos hojas en el viento, como árboles mecidos por la brisa fresca que con el ímpetu de nuestras fuerzas telúricas se entregaron a un frenesí sin límites ni tiempo.



El placer brotó de los dos, de cada recoveco de nuestros cuerpos, de cada acción y pensamiento, nada ni nadie podía detenernos, ni los pudores, ni las leyes, ni el miedo. 



Cuerpos maleables, manos amasando cada espacio, labios saboreados, lenguas que prueban cada sabor, miel y sal, hielo y fuego.



Posesión mística, respiración jadeante, noche sin fin y fin sin limites. Cada mirada anticipa una caricia, cada caricia un movimiento, el movimiento un espasmo y el espasmo un beso.



Caricias que danzan en los cuerpos, cuerpos que se dejan conquistar, humedad que baña la pasión que las manos esparcen sin pudores. Accidentes recorridos, incidentes memorables, dientes blancos que se clavan en mi hombro grabándome  por siempre tu deseo.



Acople perfecto, sensaciones que salen de lo más ancestral y primigenio, conciencia de la piel que se apodera del resto del cuerpo.



Hoy recordé el olor de tu pelo, el sabor de tus labios, la pasión de tu cuerpo, tus palabras de amor, tu risa nerviosa antes de explotar en mis brazos.



Recordé que te quiero, que te quiero como solo se quiere una vez, con las entrañas, con las manos, con los besos. Recordé que alguna vez no pude vivir sin ti, recordé que tú fuiste inmensamente feliz conmigo, así lo niegues convencida o convenciendo.


Hoy recordé que un día como este, de repente, dejamos de amarnos al pie de tu espejo, bajo la luz que entra por tu ventana. Que al final del tiempo ya nos acostumbramos a no amarnos más. Pero la memoria de la piel me trae, de cuando en vez, tu recuerdo a pesar de ti, de mí o del tiempo. 

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