Que dirían de mí mis enemigos si
supieran cuanto nos hemos amado estos últimos días. Cada momento, cada palabra, cada caricia son
dignas de una envidia que les carcomería los tuétanos.
Este estado de enamoramiento es
un ensueño, una forma de vida que deberíamos tener todos, más allá de la
posición social o el estatus del poder. Esos momentos contigo me inyectan la
fuerza y la juventud para poder seguir luchando cada día, día tras día. Ayer
apenas te fuiste comencé a extrañarte, comencé a tener ganas de ti, comencé a
padecer el síndrome de abstinencia de ti. Eres mi mejor adicción, más fuerte
aún que cualquier narcótico. Pero como cualquier adicción se sale del control y
produce cambios fuertes de ánimo. Acuérdate de cómo reíamos ayer entre las sábanas,
hoy en cambio he llorado un par de veces.
Imagínate, un hombre de mi edad
acurrucado en la cama, tapado de pies a cabeza y llorando desconsoladamente por
tu ausencia. Pero recupero la felicidad con el olor de tu cuerpo en mi
almohada, con el color de tus ojos grabado en mi retina, con el eco de tu
música en mi cerebro.
Eres lo más hermoso que he podido
vivir en esta y otras vidas, la reencarnación de mi amor platónico y de la
mujer que amé hasta la muerte, así como de cada mujer que me hizo tener los
primeros sueños eróticos en cada una de mis vidas anteriores. Eres el ciclo
reescrito una y mil veces en la espiral del tiempo, mi compañera de luchas
clandestinas, mi amante furtiva, mi mujer y mi amiga. Por eso nos conocemos
tanto, por eso nos amamos tanto, porque la memoria de nuestros cuerpos y el
recuerdo del alma se despiertan cuando nos encontramos. Una y otra vez, por el
eterno viaje del universo.
Haces que ponga en duda tantas
cosas hechas y que me anime a emprender tantas cosas nuevas, creando un extraordinario derrotero de vida
que me mantiene en una felicidad pueril, como si hubiera recuperado toda mi
capacidad de asombro y de creer. Eres mi nexo con la fe, tal vez por eso cada momento contigo es un
ritual, una conexión con mis ancestros y los dioses de mis padres. Me tienes sumido en el misterio.
Vive tu felicidad amada mía, vive
de la luz y el aire lejos de mí hasta que vuelvas, recárgate de esa felicidad
que me embeleza. Yo esperaré tratando de controlar esta impaciencia y tendré
para ti mis versos inconclusos porque solo tienen razón de ser en tu cuerpo.
Te amo a través del tiempo y por
todo el tiempo que me falte hasta que retorne de nuevo la vida a mis entrañas.
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