lunes, 22 de septiembre de 2014

CARTA No.1


Mujer .


Pensarte es parte del ejercicio diario para no perderme en esta bruma, sentir en mi piel la caricia que viene tras el tiempo a calentar mis helados huesos y a despertar mis ganas de vivir a pesar de lo vivido.


Claro que me aflijo al sentirte lejos, claro que me duele pensar que estás al borde del olvido. Decir que quiero olvidarte es más que vano increíble, más que una frase de cajón un inoportuno pensamiento; porque si te olvidara alguna vez, tendría que olvidarme más aun de mí. Es más el olvido de los detalles el que me duele, porque esas pequeñas cosas que me enamoran de ti pueden perderse con el tiempo; el color de tu pelo al salir del baño matinal, el olor de tu boca después del primer sorbo de café, tu piel bañada en vino y el timbre de tu voz aniñada cuando quieres que algo se haga a tu gusto.


Tu imagen es como una llama que me envuelve y me encanta dejarme abrigar por ella, es que su calor y su luz son una tentación imposible de evitar. No puedo apartarte de mí, no quiero apartarte; al contrario, cada día te necesito más, al punto que me desgarra tu ausencia.


Ven a mí, acércate más para que me des calor, déjame escuchar mi corazón acompasado con tu respiración, ilumina estas noches oscuras con el brillo intenso de esos ojos que cubren y descubren cada parte de mí y de mi alma.


Quiero sentir como me aprietas con tus brazos y tu piernas mientras amas, como tiembla la tierra cuando te apoderas de mí, como caigo en un sin fin del tiempo y el espacio, cuando respiras en mi oído. ¡Quiero estar vivo! Porque no hay muerte más espantosa que sentirte lejos, es como una vida prestada, una existencia incierta y banal que no me pertenece.


Sí. Soy consciente de que te necesito, lo quería para mí, pero debo confesarlo a voz en cuello: Te necesito, te extraño, te deseo.


Quiero verte, sentir de nuevo el suave roce de tu piel, saborear tus labios con esa pasión que me haces sentir y que explota en mí desde un fondo telúrico y primigenio que no había descubierto en toda mi existencia. 


Pero aun mis ansias y esa egoísta forma de amar que tenemos los humanos, yo quiero por siempre que seas libre. Nada ni nadie debe quitarte tu libertad, pues eso es lo que más amo de ti. No dudes jamás en dejarme cuando sientas cualquier yugo o cadena, pero regresa de cuando en vez a mirarme en este encierro, a visitarme en esta cárcel de recuerdos, en los que me sumí desde que te entregué mi corazón y desnudaste mi cuerpo.

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