Hoy, temprano en la mañana, recordé el timbre especial de tu risa. Entonces sentí esa sensación de bienestar que da un lunes de vacaciones, después de mirar el despertador y decirle con la mirada que te vas a quedar en la cama hasta que te dé la gana. O esa tranquilidad que encuentras al mirar el puerto después de remar a través de las olas durante mucho tiempo, ese suspirar por saber que lo peor ya pasó. La alegría misma hecha sonido.
Sí, hoy se me vino a la mente el brillo de tus ojos cuando ríes. Esa puerta al sol al despuntar el alba, esa entrada a un mundo perfecto, un retazo de cielo que me llena el alma.
Esta mañana muy temprano llovía y hacía frío. Pero tu recuerdo me abrigó el espíritu, fue como encontrarme con el olor de las plantas y de la tierra mojada. Esa sensación de alegría me invadió la esperanza. Sé que en algún momento nos volveremos a comer el día a mordiscos grandes para saborearlo a placer, lentamente y sin temor a nada. Entonces sonreí como cuando te veo reír y me abrigué el corazón y el cuerpo, la esperanza y el alma.
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