martes, 11 de febrero de 2020

AMANECERES







































Quiero un beso tuyo, un beso mañanero, un abrazo que me rompa los huesos con su fuerza y su ternura. Quiero tu voz en mi oído, una palabra suave que me retumbe en la mente todo el día.

Quiero que me aprietes, como apretabas tus muñecas cuando eras niña. Dame, en un instante, más que un sueño, una certeza: la certeza de vivir por un motivo. Porque te pienso en el filo del deseo, en el borde del abismo.

Quiero encontrar ese punto cardinal en tu piel, como una rosa de los vientos. El punto desde el que se salta al vacío, una y otra vez. Quiero recorrer la memoria de tu piel, volver a sentir ese latido que quiere escapar de tu pecho.

Quiero que me desees con un fervor inatajable, que me hagas tuyo, que descanse entre tus brazos después de amarnos sin descanso. Y entonces, oír el latido en tu pecho, después de haber alcanzado juntos el cielo.

Quiero besarte despacio, poco a poco, resucitar en tu memoria. Quiero tu lengua, el sabor de tus labios. Y entonces sí, bajar, recorrer palmo a palmo, explorando tus caminos hasta perderme en tus espasmos.

Quiero que sientas mis manos reencontrando tus sueños. Ver tus ojos asombrados cuando los míos brillen de deseo. Quiero escuchar ese suspiro que te deje sin aliento.

Quiero dejarme llevar por las últimas palabras al final del penúltimo momento, cuando juntos reconozcamos el sendero de tu piel, apretada entre mis brazos, y morir en tus surcos, para renacer en tus deseos.

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