Hay mañanas como esta en las que, al abrir los ojos, la mañana se transforma en tu mañana. La música que escucha se convierte en tu música, llenando cada rincón y la ventana. La mañana entonces adquiere música, la música una ventana y la ventana se inunda con la luz de esa mañana, tu mañana, acompañada por tu música.
El sol calienta con la misma intensidad que tus besos y tu risa se convierte en la melodía que choca contra el ventanal y se transforma en caricias, las caricias en música, y la música en mañana, tu mañana.
Hay mañanas como esta en las que cada rincón se ilumina con tu imagen y cada imagen se convierte en olores y sabores. Sabores a frutas y olores a flores que se transforman en manos y caricias, en luces destellantes que compiten con el sol.
Hay mañanas como esta en las que me niego a perder tu recuerdo, en las que disfrazo tus besos en el café recién colado, en las que transformo el agua que me baña en tus palabras, en las que tus ojos se vuelven el reflejo del sol. en la ventana.
Hay mañanas como esta que se vuelve tu mañana. En las que sigo esperando verte, en las que no quiero perder la razón de extrañarte y lucho contra el olvido, el tuyo y el mío, dos voraces dragones que devoran, a mordiscos, la música y el viento, el sol y la ventana, tu imagen y tu risa y, poco a poco, la mañana, tu mañana.
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