Señora.
Probablemente nunca lea esto.
Pero me muero por decirle que usted es mi fruta prohibida, no sé si mi media naranja o que se yo dentro del amplio espectro de las frutas de este trópico, pero me muero de ganas por probarla.
Si usted leyera estas notas espero que entienda que no puedo evitar mirarla y que el sólo evento de imaginarla leyendo mis letras, me eriza la piel y me despierta los sentidos. Imagine usted mi reacción cuando está cerca, cuando puedo oler su perfume, cuando escucho el timbre de su voz.
Son pocos los momentos que tengo a su lado, pero los recuerdo como si estuvieran grabados. Usted me encanta con su alegría que me invade, con esos ojos que llenan mi mundo y esa risa que se apodera del espacio la misma que muchos critican pero que yo extraño todo el tiempo.
No me importa que después desaparezca, igual cuando la vuelvo a ver me hace recordar que usted me encanta. Que me encanta cómo se le ve el uniforme o los jeans o la hermosa manera en que lleva su pelo, perfectamente despeinado le dije alguna vez.
Por eso hoy tomo aire y asumo con valentía escribirle estas letras. Tengo que confesarle que me imagino a su lado, que amarla en silencio me duele como si tuviera un taladro en mis entrañas, que la sueño a veces y otras no puedo dormir pensando en usted. Sépalo, usted me gusta, me fascina, me quita el sueño desde esa vez en que me sonrió después de que yo la saludé y me llamó por mi nombre.
Que nada me hace más feliz que verla así a veces ni siquiera se percate de mi presencia, que me llena el alma cuando se sienta a mi lado y me conversa o me deja su perfume en mi mano.
No hay una frase más concreta que defina lo que siento por usted, que esta que escribió Pablo Neruda: “Quiero hacer contigo lo que la primavera hace con los cerezos”.
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