La Caleñita
Sábado 23 de abril.
Lo despertaron
tempranito para ir a la preparación de la primera comunión en San Juan
Bautista, porque el 22 de Mayo el Obispo Salazar Mejía celebraría la misa y
muchos niños esperaban con devoción ese momento.
Pasó por Andrés
golpeando el portón verde oscuro, con el aldabón en forma de cabeza de león y
después el chiflido reglamentario.
Salen en búsqueda
del tercer compañero en la calle 19, entran a la carpintería del Maestro Pacho,
en la casona colonial de paredes de tapia apisonada de piso de ladrillo cocido,
lleno de polvo de madera y aserrín.
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¿Está Iván?
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Pasen, espérenlo.
Entraron en la
cocina olorosa a café recién hecho y se
sentaron a tomar café con pan de sal del común, mientras Doña Gloria les
preguntaba sobre la salud de los familiares. Afuera en el patio principal
prendieron la cierra y el ruido copo totalmente el espacio.
Mientras terminan
el café y el pan, sale Iván del cuarto, bien peinado, y se sienta junto a los
otros dos niños y toma el café a sorbos grandes para alcanzarlos y se levantan
como un resortico, juntos, para salir a la calle.
Caminaron por la
calle 19 y subieron por la carrera 27, para alcanzar la calle 18 y bajar hacia
la iglesia de San Juan Bautista. Caminaban rápido porque el catecismo
prácticamente ya había comenzado y además empezaban a caer grandes gotas de
agua, de un aguacero torrencial que se cierne sobre la ciudad.
La hora del
catecismo es acompañada por el sonido de la lluvia y el sonido de los autos que
se parquean entorno a la Plaza de Nariño. Cuando regresaron a la calle, casi a
medio día, la lluvia había cesado y un sol resplandeciente y picante, típico
sol de invierno, alegraba el paisaje.
Bajaron por la
carrera 25 cruzando el alero del arco del Corazón de Jesús, hasta el Banco de
la República. Cruzaron riendo por la calle 19 y en la entrada de “La Caleñita” había
un señor gordo de aire bonachón, en camiseta de rayas que le envolvía su
barriga prominente, fumaba un cigarrillo y estaba parado frente a un carro
Dodge Dart negro con capota blanca, que parecía un taxi, que brillaba con el
choque de los rayos del sol que ya caían perpendicularmente.
El hombre les llama
la atención y les pide el favor que le ayuden a subir unos paquetes a la
cajuela del carro. Ante lo cual los niños no objetan y le ayudan. El hombre se
sube al carro y los llama a la ventana y le da a cada uno, cinco pesos.
Un billete de cinco
pesos, nuevecito. Su tono verdusco con el cóndor de alas abiertas y la figura
del General José María Córdoba y ese papel sin uso, era un tesoro en las manos de
cada uno de ellos.
Gracias… se oyó en
coro, mientras el carro tomaba impulso en la calle. No lo podían creer.
Vamos al Ley, dijo
uno de los niños y tomaron de regreso la carrera 25 para subir hasta la calle
17 y cruzaron hasta el Almacén Ley.
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¿A cuanto valen esos carritos?
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Nos alcanzan de a dos.
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No mejor compremos uno y la ultima
revista de Kalimán.
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Dos revistas nos alcanzan a cada
uno.
Salieron con un
carro de colección cada uno, a comprar las revistas en el puesto del Banco de
Colombia en la calle 19, pero en el camino se encontraron con la entrada de los
Helados de Paila y al salir con conos de mora y vainilla, ya les quedaba el
dinero para comprar solo dos revistas entre los tres.
Cruzaron el parque
de Nariño pisando el césped de sus esquinas. Junto a los raspados había un
puesto de maní y habas.
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Que rico compremos maní.
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Bueno
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Compremos una revista y nos la
turnamos, un día cada uno.
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Vale
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Vale
Compraron el último
número de Kalimán El Hombre Increíble, en la carátula había una figura del
héroe levantando en brazos a un herido y un pensamiento: ¡Siempre hay un
camino, cuando se usa la inteligencia!
Llegaron, cada
quien para su casa, pues era hora del almuerzo. El Domingo después de misa
salieron un rato a jugar haciendo caminos de arena en los andenes de la carrera
28, para estrenar los carros ultimo modelo.
El lunes casi a las
7 de la mañana, la calle 19 estaba
totalmente cerrada por los organismos de seguridad. Del F2 (La SS criolla) que quedaba en al calle
19 No. 27-92, salía y entraba gente como en carnavales.
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Camina rápido que se nos hace
tarde el colegio.
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Espere pregunte
Un policía de casco
blanco, que le quedaba grande, les respondió: se robaron el banco de la
Republica. Y siguió corriendo con una mano en la cabeza para que no se le caiga
el casco.
En los titulares de
la prensa se leía: ROBO DEL SIGLO. Se llevan 82 millones de pesos del Banco de la
República de Pasto, por túnel hecho desde la fuente de soda “La Caleñita”.
Muy buen cuento, corto conciso
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