Frente al vagón oxidado de un tren, tren que nunca partió. El negociante de muerte se sentó a comer palomitas. La exuberante maleza de verdes diversos trasmite emociones encontradas. Nadie entiende como en medio de tanta vida se hable de muerte. La mujer de vestido floreado y piel curtida sirve plátanos maduros con café negro, mientras los hombres de camuflado oscuro desaparecen casi en silencio.
Frente al vagón oxidado de un tren la gente se reúne y se escuchan murmullos, nadie sabe a quien le tocará esta tarde. Este lugar que no lleva a ninguna parte será el punto de no retorno de quienes ganen la lotería del verdugo.
Jorge Narváez C.
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