I
Las canchas del Liceo se vaciaron
totalmente, la luz de las lámparas encendidas le dan un aire de campo de
concentración. Cada pared se eleva más de 10 metros y en el cielo una luna
creciente se acompaña de la aparición de Marte, el planeta rojo y antiguo dios
de la guerra.
Silencio. Cada uno de los doce
muchachos se enumera, la rutina comienza con la formación de tres en fondo.
Con todos, a discreción….
II
Un cuarto para las siete, el frío de la mañana se atenúa con tus ojos. Pasamos mirándonos y sin decirnos nada,
pero nuestros ojos se lo cuentan todo. La campana en el pasillo suena con
fuerza y cada salón se llena poco a poco.
Una voz retumba en el patio
interno y doce voces se repiten como un coro, de cada uno de los cuatro puntos
cardinales salen arengas llenando el espacio y rompiendo el silencio, los
salones se vuelven a vaciar y estudiantes y profesores ocupan el patio y los
pasillos de los tres pisos.
Alcánceme el megáfono compañera…
III
El primer beso me rozó los labios
y me dejó tatuada el alma. Sin saber nada más que la teoría pasamos a la
práctica, cada beso fue el precursor de otro beso y cada caricia fue desatando
nudos y desabotonando una pasión incontenible.
El gimnasio del Liceo, un cuarto
improvisado, se lleno de ternura y de deseo. Cada caricia atizaba una hoguera y
los miedos fueron apagados por el fuego.
Cuando el inconformismo no es suficiente,
cuando los discursos suenan iguales y estas ganas de trasformar el presente se
salen de la piel, no te queda otro remedio que la lucha o tus besos…
IV
Desde el techo del Liceo se miran
las cúpulas de las iglesias, el techo de todas las cuadras vecinas y en las
calles los escuadrones de policía bajando de los camiones. Las tejas de barro
cocido cubiertas de musgo y de tierra, pigmentadas por la caca de paloma, pasan
de mano en mano. Los policías son repelidos una y otra vez. Proyectiles de
barro en caída libre se estrellan en los cascos blancos y en los escudos de
policarbonato. Nada ni nadie podrá detenernos, a menos que se acaben las tejas.
La tarde casi se termina y el
cielo de azul claro pasa a un ocre enrojecido. Abajo los policías toman coca
cola y un bus se parquea en la entrada del Liceo. Las negociaciones se han
desarrollado en la oficina del Alcalde y salimos en medio de un tumultuoso
grupo de estudiantes.
Me tomas de la mano. Hoy no somos
trece, el combo ha crecido. Mi mano acaricia tu rostro asustado y tú la colocas
en tu vientre…
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