sábado, 25 de abril de 2015

REVOLUCIÓN EN CUATRO PASOS


I
Las canchas del Liceo se vaciaron totalmente, la luz de las lámparas encendidas le dan un aire de campo de concentración. Cada pared se eleva más de 10 metros y en el cielo una luna creciente se acompaña de la aparición de Marte, el planeta rojo y antiguo dios de la guerra.
Silencio. Cada uno de los doce muchachos se enumera, la rutina comienza con la formación de tres en fondo.
Con todos, a discreción….

II
Un cuarto para las siete, el frío de la mañana se atenúa con tus ojos. Pasamos mirándonos y sin decirnos nada, pero nuestros ojos se lo cuentan todo. La campana en el pasillo suena con fuerza y cada salón se llena poco a poco.
Una voz retumba en el patio interno y doce voces se repiten como un coro, de cada uno de los cuatro puntos cardinales salen arengas llenando el espacio y rompiendo el silencio, los salones se vuelven a vaciar y estudiantes y profesores ocupan el patio y los pasillos de los tres pisos.
Alcánceme el megáfono compañera…

III
El primer beso me rozó los labios y me dejó tatuada el alma. Sin saber nada más que la teoría pasamos a la práctica, cada beso fue el precursor de otro beso y cada caricia fue desatando nudos y desabotonando una pasión incontenible.
El gimnasio del Liceo, un cuarto improvisado, se lleno de ternura y de deseo. Cada caricia atizaba una hoguera y los miedos fueron apagados por el fuego.
Cuando el inconformismo no es suficiente, cuando los discursos suenan iguales y estas ganas de trasformar el presente se salen de la piel, no te queda otro remedio que la lucha o tus besos…

IV
Desde el techo del Liceo se miran las cúpulas de las iglesias, el techo de todas las cuadras vecinas y en las calles los escuadrones de policía bajando de los camiones. Las tejas de barro cocido cubiertas de musgo y de tierra, pigmentadas por la caca de paloma, pasan de mano en mano. Los policías son repelidos una y otra vez. Proyectiles de barro en caída libre se estrellan en los cascos blancos y en los escudos de policarbonato. Nada ni nadie podrá detenernos, a menos que se acaben las tejas.
La tarde casi se termina y el cielo de azul claro pasa a un ocre enrojecido. Abajo los policías toman coca cola y un bus se parquea en la entrada del Liceo. Las negociaciones se han desarrollado en la oficina del Alcalde y salimos en medio de un tumultuoso grupo de estudiantes.
Me tomas de la mano. Hoy no somos trece, el combo ha crecido. Mi mano acaricia tu rostro asustado y tú la colocas en tu vientre…  


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