Algo cambió en ella esa tarde mientras estuvo frente a la puerta de su casa disimulando sin disimular la tensión de aquel momento, sintió un cosquilleo en todo el cuerpo, sintió miedo, curiosidad, sintió deseo, un deseo que hervía en sus entrañas.
Algo cambió, sintió por primera vez esa atracción aparentemente inmotivada. Aquel hombre que pasaba todos los días frente a su casa, hombre ya, la miraba fijamente cada vez que ella pasaba y hoy ella también lo mira con sus ojos transparentes reflejando la candidez de su inocencia.
Decidió salir con él, hablaba de cosas que no entendía, la Universidad, la música… Y temblaba cada vez que la miraba a los ojos, entonces en un desliz casi involuntario recibió su primera caricia, descubrió como comenzó a despertar su cuerpo y enseguida el primer beso.
Esa noche en su cuarto de niña se desnudó lentamente ante el espejo, acariciándose ante la luz de la luna plateada. Un fulgor de manzana a punto de caerse de la rama ilumina sus mejillas, una lágrima recorre su carita y se siente desamparada. Abraza con fuerza su oso de felpa y se pregunta si ese es el hombre de sus sueños.
II
No importó el miedo, se dispuso a aceptar la invitación, se cambió el uniforme del colegio y se vistió de prisa pues la cita estaba concertada. A pesar del abismo que sentía en sus entrañas bajo las gradas pensando en que decir para salir de casa, la verdad no dijo nada. Recorrió los catorce escalones y los doce pasos hasta la puerta de entrada, apretó la chapa y como autómata salió sin decir una sola palabra.
Observó una vez más la ventana de su casa. En el fondo quería que alguien, no importaba quién, saliera y le dijera que no salga.
En su hermoso rostro de niña se dibujo sin embargo, una enorme tranquilidad. Abordó el auto del sujeto que la esperaba hace mas de media hora, un beso simple de saludo y un enorme silencio; emprendió su camino zigzagueante por las calles de la ciudad, aspiro el aroma del desodorante del auto, el olor de la colonia y le molestó el hedor a gasolina, sintió una nausea pasajera, un vacío en el estomago.
Encaminó sus pasos en absoluto silencio, ni siquiera alzó la mirada para darse cuenta de la escueta fachada de aquella casa, espero que llenara los datos y recibiera la llave, subió tomada de su mano sin decir nada y sin decir nada él la condujo dentro de la habitación. Se movió lentamente y lo miró crecer a medida que se le acercaba, entonces lo vio reclinarse hacia ella y sintió como sus manos lentamente, uno a uno, desabrochaban los botones de su camisera de flores. Le soltó el pelo, le quitó las medias y la tendió suavemente sobre la dura y fría cama de ese extraño lugar.
Solo un beso... Dos manos se posaron en sus senos virginales y tibios y lo demás fue solo un brusco empujón en sus costillas. De sus ojos brotaron dos lagrimas y se sintió escalofriada y desnuda, se sentó al filo de la cama y comenzó a vestirse sola, sola y en silencio. Ese no es, ni será el hombre de sus sueños.
Jorge Narváez C.
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