Abrázame como si el bosque estuviera desapareciendo,
como el horizonte rojizo abraza el volcán eterno.
No me preguntes porqué,
ni busques la razón del deseo.
Sólo abrázame,
como quien recoge nubes con las manos,
como quien guarda la risa debajo de la almohada.
Hazlo como si trenzaras con un hilo las estrellas,
como quien escucha una canción de amor
que nunca pudo dedicarse.
Hazlo, aunque no me comprendas,
a pesar de todos los pesares,
aunque me pierda
como el canto herido de un ave que se escapa.
El abrazo es una puerta abierta,
Una venta al cielo azul marino,
a los sueños de tu cuerpo a la luz de la luna.
Abrázame, y cuando me sueltes,
que el mundo siga girando,
pero más lento,
como la sombra de un pájaro
que danza con la tarde.
Jorge Alberto Narváez Ceballos
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