Páginas

sábado, 30 de noviembre de 2024

RITUAL DE BRISA Y PENUMBRA


Llegué despacio, 

como quien cruza un claro donde la luz es sagrada, 

como quien teme quebrar el aire puro 

que guarda los secretos del bosque. 

Pero no pude evitarlo. 

Tu aire se abrió, 

como un río herido por la piedra, 

y en su quebranto cayeron las certezas, 

los temores domesticados, 

las promesas hechas de ceniza. 

Todo se desplomó, 

como las hojas que, al fin, encuentran la tierra. 

 

Y entonces, sin tocarme, 

me alcanzaste. 

Eran tus ojos, 

serranos y profundos, 

los que tejían en mi piel un rumor de abismos, 

un lenguaje nacido de río y montaña. 

Tu voz, 

esa brisa que lleva el aroma del pino, 

se hundió en mi pecho como un aliento divino, 

y me desnudó. 

No hizo falta el roce, 

ni el tiempo, 

ni la caricia de las ramas. 

 

Solo tu mirada bastó, 

y en ese instante, 

mi piel fue un campo tuyo, 

mi aire, 

mi tormenta, 

y mi silencio, 

todo tuyo, 

como en el principio de los tiempos. 

 

Jorge Alberto Narváez Ceballos

Puente del Socorro sobre el río Juanambú
Fotografía de Fabio Martínez

No hay comentarios.:

Publicar un comentario