Somos viento,
somos el eco que se cuela entre las grietas del pasado,
la voz que no se ahoga en el silencio impuesto.
Somos victoria arrancada a la tierra con las manos
desnudas,
con la mirada fija en un horizonte que aún no conoce el
amanecer,
pero que ya siente el calor de la primera luz.
Somos la espiga que se niega a doblarse ante la
tormenta,
el susurro de los ríos que nunca dejan de fluir,
el tambor en el pecho que late por un pueblo
que no sabe rendirse,
que no sabe callar.
Somos esperanza sembrada en el surco de los días
grises,
la chispa que enciende la hoguera en noches de frío,
el futuro que no espera sentado,
porque el presente es su campo de batalla por la vida.
Somos viento,
viento que arrastra el polvo de las cadenas rotas,
viento que canta con las gargantas de los caídos,
que alza las banderas con sus nombres grabados
y que susurra en cada esquina:
El pueblo vive, el pueblo sueña, el pueblo vence.
Jorge Alberto Narváez Ceballos
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