COTIDIANIDAD
He aquí la casa en penumbras,
donde el día se despliega
como un río de sombras doradas,
y las palabras son murmullos
de viento entre las hojas.
El pan sobre la mesa,
la tibia caricia del sol
rozando los muros antiguos,
las manos que tejen la luz
del amanecer en un susurro.
El niño duerme, su aliento
es una brisa suave que arrulla
nuestros sueños en la noche
de estrellas fugaces y suspiros.
Vivimos en el abrazo del valle,
en la melodía de la lluvia
sobre el techo, en la quietud
del bosque que nos rodea.
Y aunque compartimos el fuego
y la miel de los días,
hay un rincón de soledad,
un espejo donde solo la luna
mira y se reconoce.
En esa soledad de musgo y piedra,
donde la montaña susurra
sus secretos, sabemos
que la vida es un canto
de aves al amanecer,
una herida de luz
que nos duele y nos une.
Jorge Alberto Narváez Ceballos
Darwin Córdoba
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