EL JAGUAR Y LA NOCHE
En tiempos antiguos, cuando la
tierra aún suspiraba con la brisa de los dioses y las estrellas eran las
palabras no dichas de los ancestros, existía una noche tan oscura y profunda
que engullía el miedo y la esperanza por igual. En su seno habitaba el jaguar,
guardián de los secretos y el eco de los sueños olvidados.
El jaguar no conocía el sol, su
mundo estaba tejido con sombras y sus ojos eran espejos de la luna. Cazador de
silencios y señor de la penumbra, recorría los senderos invisibles del bosque,
donde el viento susurraba historias de un tiempo sin tiempo.
Una noche, la más densa de todas,
que parecía eterna, el jaguar escuchó un lamento. Era un lamento antiguo, tan
viejo como la primera lágrima derramada por el primer ser humano. Guiado por
ese dolor, el jaguar encontró a la noche misma, arrodillada junto a un río de
estrellas caídas.
La noche lloraba, sus lágrimas
eran lluvias de cometas apagados. "¿Por qué lloras?" preguntó el
jaguar con voz de trueno callado.
"Lloro porque he perdido mi
brillo," respondió la noche. "Los hombres han olvidado mis misterios,
han perdido el respeto por mis sombras. Se han entregado a la luz sin recordar
que en la oscuridad también reside la verdad."
El jaguar, con su sabiduría
innata, entendió el dolor de la noche. "Yo te devolveré tu poder,"
prometió. Y así, el jaguar comenzó a contarle a la noche las historias
olvidadas, aquellas que los hombres habían dejado atrás en su búsqueda
insaciable de claridad.
Le habló de la primera chispa de
fuego que nació de la piedra y el rayo, del primer tambor que resonó con el
ritmo del corazón de la tierra, y de los espíritus que danzan en las llamas de
las hogueras nocturnas. Le narró los susurros de los árboles y el lenguaje
secreto de las estrellas.
A medida que el jaguar hablaba,
la noche se llenaba de nuevo con sus propias profundidades, cada palabra era
una estrella resucitada, cada historia un fragmento de su esencia recuperada.
Los hombres, al ver el resplandor renovado en la oscuridad, comenzaron a
recordar y a temer, pero también a venerar y a escuchar.
Desde entonces, el jaguar y la
noche están unidos en un pacto eterno. El jaguar guarda los sueños y la noche
susurra las historias que deben ser recordadas. Juntos, mantienen el equilibrio
entre la luz y la sombra, recordando a los hombres que en la oscuridad también
hay belleza y en el silencio, respuestas.
Y así, en el corazón del jaguar y
en el manto de la noche, vive la memoria de los tiempos antiguos, donde el
misterio y la verdad son uno solo, y la oscuridad es tan necesaria como la luz
del día.
Jorge Narváez C.
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