CARTAS DE AMOR 25
Señora Bonita,
En la vasta noche, cuando la
oscuridad se convierte en un océano sin fin, mi voz busca la suya. Desde el
abismo de su manto estrellado, me acerco en busca de refugio en sus brazos. Las
sombras, eternas compañeras, me envuelven con su abrazo sin tregua. Sus
secretos, antiguos y enigmáticos, murmuran historias que confunden el origen de
la vida. En esa serenidad nocturna, hallo una paz que mi alma cansada del día
ansía. Mis pensamientos, dispersos como hojas arrastradas por el viento, encuentran
su calma.
Cada aurora naciente me encuentra
llamándola. Desde el resplandor dorado de los primeros rayos, me acerco a usted
en busca de la fuerza que sus besos prometen. Su luz incandescente, me envuelve
con una calidez vital que me infunde valor. En el calor de su abrazo encuentro
la fortaleza necesaria para enfrentar el día. Mi espíritu, reavivado por su
presencia, se enciende de nuevo. Los sueños que parecían dormidos despiertan y
florecen al nuevo amanecer.
Su abrazo, señora hermosa, es un
murmullo de estrellas, una caricia suave que apaga mi sed de tranquilidad. Sus
besos son un canto de pájaros, una melodía ardiente que eleva mi ser hacia
nuevas alturas.
Mujer Noche y Mujer Día, danzan
en mi vida como dos mariposas en una danza eterna. Dos ritmos entrelazados en
una sinfonía cósmica, que se funden en una armonía perfecta. En sus brazos, me
balanceo y en esa danza descubro mi verdad. Usted es mi totalidad.
La extraño.
Jorge Alberto Narváez Ceballos.
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