lunes, 6 de junio de 2016

CARTAS DE AMOR No.8


Como negar que sólo con recordar su piel se me estremecen los sentidos. Usted es una adicción, el resultado de un juego peligroso que atrapa, que embelesa, que me da miedo perder. Uno solo de esos recuerdos, una de esas sensaciones, una de esas palabras, es suficiente para encender esa lujuria que me une a usted. 

¿A caso usted no se ha dado cuenta cómo ha ido evolucionando nuestra relación? Comenzamos con las sonrisas, después las notas, luego las palabras que desencadenaron en abrazos, besos, caricias, hasta que nuestros cuerpos no pudieron aparentar más. Hasta que ya no pudimos frenarnos, hasta que ya no quisimos frenarnos. Debo aceptar que la amo, no lo digo por llenar de palabras este escrito, la amo porque aprendí a hacerlo, desde ese día en que apareció sin buscarla, como mi más hermosa casualidad, la mujer que llenó de magia mis días y algunas de mis noches, los labios que no me canso de besar, la piel que me llena de ternura y de pasión, la voz que me seduce, los ojos que me hacen volar en medio del éxtasis al infinito.

Yo llego al borde de la locura en sus brazos, su piel me lleva al límite de la razón, me olvido por completo de que el mundo existe, me olvido por completo de quien soy, sólo existe usted, sólo su olor enloqueciendo mis sentidos. Mi existencia se ha puesto a girar en torno a usted y aunque mi vida sigue su rumbo y trato de no cambiar en nada mi cotidianidad, no puedo negar que usted llena mis días. 

Una nota suya, simple sin nada que lleve a pensar nada distinto a un cordial saludo, incita mis sentidos. Sin darme cuenta cada cosa que hago la busca, hasta la más simple acción se convierte en una razón o un motivo para pensarla, para buscarla o esperarla ansioso de su calor. Hasta que nos encontramos, por fin, para saciar ese delirio por usted, por sus besos en ese desenfreno que nos deja sin fuerzas, lavados en sudor y sedientos de más amor. 

Siempre supe que sería difícil, que cada despedida puede ser la última, que cada caricia es un recorrido sin retorno, cada beso es una marca para la memoria; por eso dejo mi vida misma en nuestros encuentros. Pero una vez más le digo sin temor a equivocarme, que no me importa nada si he de verla de nuevo, volver a verla es mi único motivo de vivir.

Porque a través de esta historia secreta he vuelto a vivir con el ímpetu que jamás pensé recobrar y la alegría me desborda el espíritu no importa que la melancolía me atrape en momentos como este en el que ni siquiera puedo verla.

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