jueves, 16 de junio de 2016

CARTAS DE AMOR No. 12


Mi hermosa señora, los días se hicieron meses esperándola y al verla esta mañana pensé que estaba soñando.

Como la soñé, como la extrañé, como intenté no esperarla, pero al final me desvanecí con ese abrazo. Necesito que sepa que además de todo lo que nos expresamos con nuestros cuerpos, se quedaron muchas cosas por decir.

Decirle por ejemplo que sus ojos se iluminan cuando se encuentran con mis ojos, que el rojo es un color que realza su figura, que el cabello tan bien peinado es hermoso cuando queda suelto en sus hombros desnudos.

Decirle que cada hora que estuve en silencio aprendí el timbre de su voz y la cadencia de su risa, que mi silencio de hoy sólo era parte de algo que aprendí en esta separación, aprendí a escuchar, aprendí a mirar, aprendí a grabar su calor y su olor, para tenerla conmigo los días, semanas o meses que se aleje de mi vida.

Decirle que mis labios y mis manos volvieron a vivir. Que raros somos los seres humanos, cuanto dolor podríamos evitar si reconociéramos que falta nos hace la compañía de quienes realmente nos llenan, nos la pasamos huyendo de la soledad escondiéndonos de la felicidad; somos tan estúpidos pues no entendemos que todo en la vida tiene un precio, que nada es impune y que la compañía es el preludio de muchas soledades, pero que la soledad nos prepara para darle el verdadero valor a la compañía; pero nos negamos a expresar, nos volvemos avaros de caricias, mezquinos en las palabras y los besos.

Por eso hoy gocé de usted en cada momento, no le reclamé una sola vez tanto silencio, no le pregunté si me extrañó o si le hice falta, tampoco le conté que usted me hizo tanta falta que me tocó volver a nacer para poder vivir sin su presencia. Hoy sólo la amé como debe amarse, con toda la fuerza y la entrega, como si más tarde me fuera a morir otra vez, para volver a nacer sin usted y enfrentar la vida sin el calor de su piel.

Decirle que de todas las veces en que nos hemos amado, esta fue la mejor, con las ganas acumuladas, con rabia, con ternura, con más ganas y con la vida desbordando nuestros cuerpos. Hoy entendí que no me duele que se vaya, me duele que me quedo, me quedo con las ganas empezadas de decirle que de verdad, de veras, por Dios:La amo.

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