lunes, 14 de diciembre de 2015

UN SEGUNDO


LA OTRA ORILLA


LA OTRA ORILLA
Desde esta esquina de la calle
Como en la orilla de un río
Mirando desde lejos
Veo tu figura
Cruzo mis lejanías
Escucho tus silencios
Si tan sólo pudieras mirarme
Sí sólo escucharas mis palabras
Desde esta orilla
La esquina de esta calle
Con mis palabras atrancadas
En la punta de la lengua
Con mis manos pidiendo a gritos
Tu piel tan tibia
Miro pasar el torrente de rabia
Los ruidosos golpes de un río entre las piedras
Te lo juro
Te pierdes en medio del tumulto
Como la espuma
Como el agua

Desde esta esquina
Desde esta orilla
Con mi corazón en la mano
Te miro perderte en la otra
orilla

lunes, 23 de noviembre de 2015

ESPERO UNA RESPUESTA



ESPERO UNA RESPUESTA

¿Cuándo me darás las coordenadas de tus sueños y el punto cardinal de tus locuras?

Sueño con el momento perfecto del abrazo sin prisa, de los besos sin miedo, del amor sin límites, de frutos prohibidos y semillas que florezcan.

Desde que te conozco me importa el tiempo, tengo presentes los días; las horas dejaron de ser tan casuales, las mañanas y las tardes se dividen en mañanas y tardes contigo o sin ti.

Esa certidumbre de tenerte, cuando te tengo, se convierte en certeza de estar vivo, así sea por momentos, pero al fin y al cabo momentos de pasión-vida que me llenan hasta rebozarme, un exceso de vida que se me sale por los poros.

Sólo esta impaciencia de amarte me mantiene vivo. El olor de chocolate, almendras y fresas en que se ha convertido tu cuerpo, me endulzan sin empalagarme, sin cansancio, sin hastío, sin fronteras ni distancias. Como gotas de miel después de la amargura.

¿Cuándo partiremos hasta el horizonte sin importar el tiempo o la distancia?

Compartamos el vértigo y la risa. Tomémonos la vida por asalto, echémonos mar adentro sin pensar en la tormenta, sin pensar.

Tomemos el café de la mañana, saboreando el placer de nuestros labios.

Hagamos del placer una costumbre, como la risa y la brisa juntas, en una tarde junto al mar. Como el aire entrando por la ventana entreabierta en una noche plácida. Desnudos y abrazados, amándonos, matando el silencio a carcajadas.

Como la vida misma, juntos sin más limites que el sueño o la nube, amándonos hasta llegara a volar.


¿Cuándo?


viernes, 20 de noviembre de 2015

VIERNES DE LLUVIA

VIERNES DE LLUVIA

La lluvia siempre ha tenido un efecto relajante sobre mí, aun en momentos en que me toma por asalto en medio de la ciudad y me empapa totalmente. En ciertas ocasiones cuando niño me sentaba en el umbral de la puerta esperando que se formen los riachuelos en los filos de los andenes de la calle, sentía como salpicaba la brisa en mi rostro, la humedad del aire entrando por mi nariz y al alzar la mirada me encantaba ver como caían las gotas y como se iban opacando los ventanales de las casas de enfrente. Entonces mirando los riachuelos correr, entraba de nuevo a la casa y hacia un barquito de una hoja de cuaderno para soltarlo en la parte más torrentosa y así lo seguía hasta la alcantarilla de la esquina, donde daba vueltas en el remolino hasta desaparecer.

Los techos de las casas de tapia apisonada nos cubrían de esos aguaceros o nos permitían jugar bajo los chorros que se formaban en algunos agujeros de las canaletas, dejábamos que el agua nos cubra por completo y entrabamos a la casa con ese chirrido en los zapatos y la alegría desbordándose. Unas casas más abajo era el taller del Maestro Lucero, el hojalatero. Quien sentado en su banquito casi a ras de piso, con sus martillos y sus leznas hacia canaletas y embudos de hojalata y se reía de vernos saltar a los charcos y de como nos empujábamos hasta el chorro de agua temblando de frío al contacto del agua. Él me regaló un pedazo de corcho en forma de balsa, una mañana de sábado, con un pedazo de alambre como mástil en el cual un triangulito de papel amarillo hacía las veces de vela principal.

Si antes de eso esperaba con ansias las nubes sobre el Morasurco, ya es sabido por todos que cuando se nubla el Morasurco la lluvia es algo seguro; podrás imaginar como eran mis ansias de lluvia. Entonces salía y esperaba que caigan las primeras gotas y en un ritual que realizaba con celosa exactitud, cerraba los ojos, respiraba profundamente y sentía la humedad en mis labios; entraba en ese momento en que las gotas sonaban estrepitosas en el pavimento y del cajón de mi nochero sacaba mi nave de corcho. Cuantos riachuelos surcó mi nave, cuantos chorros de agua salvó en su recorrido y cuantos sueños alentó bajo la lluvia. Tal vez nada de esto tenga que ver contigo pero esta mañana me levanté temprano y salí a buscarte, cuando en el camino se desató un aguacero torrencial que me empapó hasta los huesos. Al principio maldije el estado del tiempo, los carros veloces que me salpicaban y mis zapatos mojados por fuera y por dentro. Pero se vino a mi mente el olor del corcho. De repente recordé la felicidad de hace tanto tiempo, esa que estaba escondida o guardada casi en el olvido y que se parece tanto a lo que me haces sentir cuando te veo.

Cuando soy feliz siento un deseo incontenible de contárselo a alguien, de compartirlo de alguna manera, cuando te encontré descubrí que celebrar contigo ese ritual de la lluvia es lo más hermoso que he podido encontrar para compartir esa alegría que es como la lluvia en mi cuerpo a los 6 años. Repetir por fin ese ritual al mirarte con el mismo asombro como miraba las gotas, con la misma impaciencia con que esperaba ver caer el agua, esperar tu piel desnuda; con la misma dedicación como respiraba la humedad del aire respirar tu aliento.

Me gustan tus besos sonoros como lluvia en el pavimento, tus manos que me empapan con torrencial deseo y tu boca que enjuga mi boca como agua en el desierto o al menos como debe ser el agua en el desierto.

Alguna vez te sorprenderé dormida, como hoy me sorprendió la lluvia; te recorreré la piel y entonces sentirás mis labios como siento la lluvia en mi cara y entre dormida y despierta dejarás la lluvia de mi cuerpo mojar tu cuerpo para empaparnos de una vez por todas hasta quedar colmados de alegría, de la misma alegría que sentía cuando entraba a la casa con ese chirrido de agua en los zapatos.