martes, 23 de septiembre de 2014

CARTA No.4



Mujer.



Te escribo aunque duermes placidamente en mi cama. Parece mentira poder extasiarme de tu esencia. Hace unos días mientras caminaba por la ciudad pensaba en un momento como este, tu rostro sereno iluminado por la luz de la luna que irrumpe en el cuarto, las sabanas que medio cubren tu cuerpo desnudo, la ropa tirada en el piso como si hubiera entrado un huracán.



Ayer mientras bailábamos y reíamos descubrí que cerca estamos los humanos del verdadero cielo, como la eternidad esta formada de pequeños momentos, como la juventud eterna se plasma en pequeños recuerdos que luego uno pasa como trozos de película añadidas según el momento. Que felicidad me has dado, igual que en este instante en que te veo enredada en las sabanas, escuchando un tranquilo y leve ronquido que inunda mis sentidos y me hace sentir tan seguro. Al menos por estos segundos, porque la seguridad no existe y es más no debería existir, mucho menos al amar.  La seguridad corroe la imaginación y mata lentamente esa hermosa manera de enamorar.



Me doy cuenta mirándote dormida, repasando estas últimas horas, hilvanando con miradas y caricias lo que puedo decirte en estas notas o mañana apenas despiertes, que te amo porque nunca has sido mía, porque a pesar de amarnos de esta desaforada manera, jamás nos hemos adueñado el uno del otro.  Sin embargo dudo que hayamos sido tan felices antes o que lo seamos después de que nos dejemos de encontrar en noches como estas o en las tardes en las que apenas nos saludamos en medio del bullicio de la gente que ni siquiera imagina cuanto amor, cuanta pasión, cuanta seducción destilamos tú y yo.



Amo esta imagen, amo tu ropa tirada en el piso de mi cuarto, amo este olor a sexo que se impregna en las paredes, amo tus ronquidos que inundan el silencio, amo tu desparpajo de niña malcriada que me enredó en ti desde el primer momento en que nos vimos. Amo sentarme a escribir desnudo con la luz de la luna como foco, con las palabras aun humedecidas por los jugos de nuestros cuerpos, con ese ímpetu que me imprimes cada vez que nos vemos.



Voy a regresar junto a ti en este momento, voy a hacerte el amor mientras dormitas para poder quedar dormido en tus brazos, atenazados, fundidos en un crisol de pasión que me permita, al menos este resto de noche, dormir tranquilo, apagar mi cerebro unos segundos para descansar.


Amor, cuando leas estas notas, tal vez, lo más seguro, es que estés lejos otra vez. Entonces estaré extrañándote de nuevo. Entonces entenderás que feliz me has hecho aunque el precio de esa felicidad es ese vacío de no estar contigo. Yo te extraño siempre, así el ruido de la ciudad oculte este silencio en el que me sumo cuando te extraño, así el licor me haga dormir cuando me emborracho recordando tu imagen, así las carcajadas que retumban cuando hablamos por teléfono digan otra cosa. Te extraño porque te amo y te amo porque te puedo extrañar.

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