lunes, 22 de septiembre de 2014

CARTA No.3



Mujer.



Que dirían de mí mis enemigos si supieran cuanto nos hemos amado estos últimos días.  Cada momento, cada palabra, cada caricia son dignas de una envidia que les carcomería los tuétanos.



Este estado de enamoramiento es un ensueño, una forma de vida que deberíamos tener todos, más allá de la posición social o el estatus del poder. Esos momentos contigo me inyectan la fuerza y la juventud para poder seguir luchando cada día, día tras día. Ayer apenas te fuiste comencé a extrañarte, comencé a tener ganas de ti, comencé a padecer el síndrome de abstinencia de ti. Eres mi mejor adicción, más fuerte aún que cualquier narcótico. Pero como cualquier adicción se sale del control y produce cambios fuertes de ánimo. Acuérdate de cómo reíamos ayer entre las sábanas, hoy en cambio he llorado un par de veces.



Imagínate, un hombre de mi edad acurrucado en la cama, tapado de pies a cabeza y llorando desconsoladamente por tu ausencia. Pero recupero la felicidad con el olor de tu cuerpo en mi almohada, con el color de tus ojos grabado en mi retina, con el eco de tu música en mi cerebro.



Eres lo más hermoso que he podido vivir en esta y otras vidas, la reencarnación de mi amor platónico y de la mujer que amé hasta la muerte, así como de cada mujer que me hizo tener los primeros sueños eróticos en cada una de mis vidas anteriores. Eres el ciclo reescrito una y mil veces en la espiral del tiempo, mi compañera de luchas clandestinas, mi amante furtiva, mi mujer y mi amiga. Por eso nos conocemos tanto, por eso nos amamos tanto, porque la memoria de nuestros cuerpos y el recuerdo del alma se despiertan cuando nos encontramos. Una y otra vez, por el eterno viaje del universo.



Haces que ponga en duda tantas cosas hechas y que me anime a emprender tantas cosas nuevas,  creando un extraordinario derrotero de vida que me mantiene en una felicidad pueril, como si hubiera recuperado toda mi capacidad de asombro y de creer. Eres mi nexo con la fe,  tal vez por eso cada momento contigo es un ritual, una conexión con mis ancestros y los dioses de mis padres.  Me tienes sumido en el misterio.



Vive tu felicidad amada mía, vive de la luz y el aire lejos de mí hasta que vuelvas, recárgate de esa felicidad que me embeleza. Yo esperaré tratando de controlar esta impaciencia y tendré para ti mis versos inconclusos porque solo tienen razón de ser en tu cuerpo.  



Te amo a través del tiempo y por todo el tiempo que me falte hasta que retorne de nuevo la vida a mis entrañas.

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