miércoles, 6 de noviembre de 2013

HUMO



El humo cubrió todo el espacio, el calor del fuego en los dos pisos de abajo sofoca aún más. El pequeño espacio en el que se han apertrechado está totalmente cubierto de humo y polvo, el fuego cruzado resuena en el aire y evapora las paredes en un polvillo menudo que penetra los pulmones.

En momentos como este las disculpas valen poco, los si hubiéramos, sí que menos, cada momento trae su afán y en este es impedir a como dé lugar que la tropa alcance las gradas y el pasillo.

Avance escalonado compañero, se oye al fondo del pasillo, la ráfaga del M16 se estrella contra el muro del fondo y avanza entre los escombros hasta alcanzar la esquina, los gritos de alto el fuego son opacados por el estrepitoso estallido de las cargas de mortero y por los gritos amenazantes de los soldados que avanzan lento pero seguro.

Piensa en los “Cien años de soledad” en los que han sumido a la Nación, en la sociedad del miedo en que convirtieron al País y en la muerte selectiva de los líderes y dirigentes del pueblo, el mismo pueblo que está afuera, viendo por partes esta macabra novela por televisión.



Afuera está el resultado de esta siembra de odio, de rencor, de desesperanza, el “quemeimportismo” al que han empujado a nuestros jóvenes, el conformismo del “menos peor” en el que se debaten las urnas cada elección, el miedo hecho resignación, el cinismo disfrazado de intrepidez de los corruptos. Y sin embargo, queremos que eso se convierta en rabia popular, rabia organizada, rabia rebelde, que nos empuje a construir la sociedad nueva, el hombre nuevo…

Qué más da, estamos aquí y ahora, enfrenando el miedo y la resignación, si algún día fuera el pueblo el que mandara, el que por fin decidiera, si se cambiara este mundo ciego, sordo y mudo por un motón de gente decidiendo, cuidando, construyendo...



Mira hacia el frente, y dispara uno a uno los tiros de su proveedor cuidando de que no se acaben pronto, la tropa avanza, es cuestión de tiempo, de horas, tal vez minutos.

¿Y todo esto por qué? Porque nos obligaron a hacerlo, nos acorralaron, como han acorralado al pueblo durante tantos y tantos años, que ya no tenemos memoria. ¿Qué somos? ¿Inocentes o culpables? ¿Y a quién le importa? La justicia aquí representada por lo más granado del Estado de Derecho y nosotros que veníamos a hacer una demanda armada, por el incumplimiento sistemático, la mentira mediática y la guerra continuada a nuestro pueblo, vale “guevo”.


Convirtieron la Justicia en una ramera, en la meretriz de los más ricos, y lo que es peor en la puta barata de los nuevos ricos. Convirtieron este lugar emblemático de justicia y de leyes, en el lugar en el cual pueden encontrar, por un módico precio, todo lo que puedan comprar.



Se oye un grito en el fondo del lugar: “DAME LA EME….” A lo cual responde sin vacilar y con la fuerza del alma y el corazón: “EMEEEEE”


¿Qué pensaran mañana mis hermanos sobre esto que está pasando ahora? ¿Qué pensaran mis compas? Les mando un abrazo, donde quiera que estén, un abrazo reafirmando esta cadena de afectos que hizo posible que podamos entender, que el amor es la certeza de la vida.

Un zumbido taladra en su cerebro, la nube de humo y polvo lo ciega, el estruendo lo obnubila y el silencio siguiente lo ocupa todo; de las gradas emergen botas negras, pazos fuertes gritos e insultos. No alcanzó a decir nada, solo escuchó cuando dieron la orden: “De aquí no queremos ni un solo detenido”


sábado, 2 de noviembre de 2013

PARAISO


COMIENZO Y FINAL DE UNA HERMOSA MAÑANA…

         I





Algo cambió en ella esa tarde mientras estuvo frente a la puerta de su casa disimulando sin disimular la tensión de aquel momento, sintió un cosquilleo en todo el cuerpo, sintió miedo, curiosidad, sintió deseo, un deseo que hervía en sus entrañas.


Algo cambió, sintió por primera vez esa atracción aparentemente inmotivada. Aquel hombre que pasaba todos los días frente a su casa, hombre ya, la miraba fijamente cada vez que ella pasaba y hoy ella también lo mira con sus ojos transparentes reflejando la candidez de su inocencia.

Decidió salir con él, hablaba de cosas que no entendía, la Universidad, la música… Y temblaba cada vez que la miraba a los ojos, entonces en un desliz casi involuntario recibió su primera caricia, descubrió como comenzó a despertar su cuerpo y enseguida el primer beso. 

Esa noche en su cuarto de niña se desnudó lentamente ante el espejo, acariciándose ante la luz de la luna plateada. Un fulgor de manzana a punto de caerse de la rama ilumina sus mejillas, una lágrima recorre su carita y se siente desamparada. Abraza con fuerza su oso de felpa y se pregunta si ese es el hombre de sus sueños.


II



No importó el miedo, se dispuso a aceptar la invitación, se cambió el uniforme del colegio y se vistió de prisa pues la cita estaba concertada. A pesar del abismo que sentía en sus entrañas bajo las gradas pensando en que decir para salir de casa, la verdad no dijo nada. Recorrió los catorce escalones y los doce pasos hasta la puerta de entrada, apretó la chapa y como autómata salió sin decir una sola palabra.



Observó una vez más la ventana de su casa. En el fondo quería que alguien, no importaba quién, saliera y le dijera que no salga. 

En su hermoso rostro de niña se dibujo sin embargo, una enorme tranquilidad. Abordó el auto del sujeto que la esperaba hace mas de media hora, un beso simple de saludo y un enorme silencio; emprendió su camino zigzagueante por las calles de la ciudad, aspiro el aroma del desodorante del auto, el olor de la colonia y le molestó el hedor a gasolina, sintió una nausea pasajera, un vacío en el estomago.

Encaminó sus pasos en absoluto silencio, ni siquiera alzó la mirada para darse cuenta de la escueta fachada de aquella casa, espero que llenara los datos y recibiera la llave, subió tomada de su mano sin decir nada y sin decir nada él la condujo dentro de la habitación. Se movió lentamente y lo miró crecer a medida que se le acercaba, entonces lo vio reclinarse hacia ella y sintió como sus manos lentamente, uno a uno, desabrochaban los botones de su camisera de flores. Le soltó el pelo, le quitó las medias y la tendió suavemente sobre la dura y fría cama de ese extraño lugar. 

Solo un beso... Dos manos se posaron en sus senos virginales y tibios y lo demás fue solo un brusco empujón en sus costillas. De sus ojos brotaron dos lagrimas y se sintió escalofriada y desnuda, se sentó al filo de la cama y comenzó a vestirse sola, sola y en silencio. Ese no es, ni será el hombre de sus sueños.


Jorge Narváez C.