domingo, 20 de octubre de 2013

MI MAMÁ ME MIMA

        I    
Cuando abrió los ojos sintió el mundo dar vueltas alrededor de ella; sitió la boca amarga. Sin volver la mirada recordó como los cortes de una película, lo que pasó la noche anterior y parte de esa madrugada.


De repente la puerta se abrió y frente a ella apareció la figura menuda de su hijo, trató de cubrir su desnudez pero no pudo, las cobijas estaban enredadas en el cuerpo de aquel hombre que roncaba a lado suyo. El niño la miró por un momento y corrió a meterse de nuevo entre las cobijas de su camita. Otra vez lloró en silencio.

Se recostó por un par de horas más. Que había de distinto esta vez si antes lo hizo solo por placer, si en esa misma cama había batallado largas jornadas para sacarse de su alma y de su cuerpo tanto dolor y tanta rabia, si definitivamente: “todos los hombres son iguales, después que consiguen lo que quieren se van”.

Que había de distinto esta vez, si al final esto pasa con un buen baño y una buena cepillada de su boca.

No podía sentir remordimiento alguno, esos pesos no le caen mal a nadie y el tipo, bueno el tipo no estaba mal y además la trató como a una reina.



II



Ya entrada la tarde salió con su hijo, casi no cruzaron palabra; le gastó todo lo que pudo comer, le compró un baloncito de carita feliz, un carrito de bomberos… 

La cabeza le duele y cada punzada le hace fruncir el ceño.

Que puede haber de diferente hoy si antes lo hizo por venganza y después por pura gana, al fin y al cabo ella está sola y no tiene que dar explicaciones, no tiene a quien darle razones. 

Lo que hace lo hace por su hijo y por ella, por nadie más, porque es su vida y su cuerpo y ella puede hacer con ello lo que bien le venga en gana. Que puede haber de diferente…


Al finalizar la tarde llega a su casa, pasa por la tienda comprando pan, leche y huevos, los billetes se acabaron pero ella ha descubierto la manera de ganarse unos nuevos.



III


El lunes llega temprano a la Universidad, ha mandado a su hijo al colegio con las últimas monedas que sobraron. Ríe inocente con sus amigos de semestre. Mientras toma un tinto, uno de los profesores que había visto antes, pero del cual no sabe ni su nombre, se le acerca sonriente, la saluda y le dice que un amigo mutuo le mandó saludos y que está interesado también, siente entonces que se le revuelve el estómago y que le sudan las manos, pero finalmente le da el número de su celular, él le dice que el próximo fin de semana y ella asiente con la cabeza mientras toma un gran sorbo de café.


IV


Toda la semana pasó rápidamente, ella no quiere pensar, no hay nada que pensar, su hijo la recibe todas las tardes con un beso, la abraza con fuerza, le dice que la quiere… a veces se sume en largos silencios, se esconde bajo su cama y llora, llora sin consuelo.

Le hace dibujitos con casas de colores, pajaritos, corazones y soles de invierno, la mira desde la esquina de su cuarto y corre de repente a abrazarla. 

A las 5:45 suena su celular, está en clases, por lo cual sale al corredor a recibir la llamada, se pone una cita. 

Llega a su casa con algo de nerviosismo y se arregla y se perfuma para una fiesta. A las 7:35 maquillada y coqueta, pero sobriamente vestida, le sirve una cena preparada con afán a su hijo y le dice que se acueste temprano, que no la espere pues llegará tarde y sale de su casa. El niño corre al piso de arriba, se trepa en la ventana de su cuarto y la mira desaparecer entre un carro rojo.


V

En la madrugada oye que abren la puerta, su madre ha llegado y no está sola, él se estremece y finge dormir. Siente que ella lo mira desde el quicio de la puerta y escucha como habla susurrando con un hombre, oye como se cierra la puerta y siente que quiere morir.

No han pasado diez minutos, salta de la cama y lo piensa una y mil veces, toma aire, quiere gritar, abre la puerta de su cuarto suavemente y en la oscuridad recorre los pocos pasos hasta el cuarto de su madre, siente miedo, empuja suavecito la puerta y se para en medio de la entrada… Su madre desnuda ni siquiera se percata de su presencia en medio de su pasión desenfrenada.

El niño cierra sus ojitos y las lágrimas se escurren por sus mejillas, corre otra vez hasta su cuarto y llora, llora sin consuelo.

Esta vez el hombre se escapa entre las sombras, ella ni siquiera sabe del espectáculo dantesco que su hijo sufre allá en su cuarto, vuelve a la cama y cubre su desnudez con su pijama de flores no sin antes guardar en el cajón del closet los billetes. 

Piensa en medio de sus tragos que no importa, no tiene por qué importar, al fin y al cabo eso pasa con un buen baño y una buena cepillada de su boca.
Jorge Narváez Ceballos

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