jueves, 17 de octubre de 2013

LA VENGANZA

                                       I

Esa tarde escoge el mejor de sus vestidos, delinea sus labios y le da un pequeño retoque a sus mejillas, se mira al espejo, sabe lo que tiene.

El rastro de perfume deja un halo inocultable a su paso, está dispuesta a cobrar esa deuda, que como los tahúres, la asume como una deuda de honor.

La rabia y el dolor la hacen más bella, más coqueta, más indefensa, más peligrosa, nadie podría decirle que no.

Se sienta y empieza a mirar el reloj. Los minutos se hacen eternos. Pide una cerveza y enciende un cigarrillo, los minutos siguen siendo eternos.

¿Cómo vino a suceder si hasta hace unos días era la mujer más feliz del universo? 

Cuando ya había perdido la esperanza de que llegue, lo vio entrar con un aire de preocupación, entonces le contó lo sucedido, le dio la información tratando de ser lo más minuciosa posible.

Le contó del dolor que estaba sintiendo, le describió con una paciencia calculada lo que debían hacer para cobrar esa afrenta y rieron celebrando su complicidad.

Salieron a su casa. En el taxi comenzaron la venganza con una rabia tal, que casi no alcanzan a llegar hasta la cama. Ya en su cuarto se entregaron a cumplir el viejo adagio: “Ojo por ojo”.

II

En la noche el llega como siempre y ella como siempre lo recibe, lo besa, le sirve la cena, le quita los zapatos y conversa de algún tema cotidiano, su hijo duerme plácido en su cuna…

Finge dormir una vez más, deja que él se duerma entre sus brazos, esta vez sin la monotonía de su amor gastado.

El primer trofeo de su cadena de venganza se desliza húmedo entre sus piernas y se dibuja una sonrisa en su rostro. Piensa que este es el primero porque en el plan que ha diseñado está dispuesto, que de esto no se salva ninguno de sus amigos.

Mientras tanto seguirán jugando a la casita.

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