lunes, 28 de octubre de 2013

CONFESIÓN


                     
 I



Anoche no pudo dormir de nuevo, su cuerpo hervía a pesar del frío, no sé qué hacer Padre. No sé qué hacer. 





A veces pienso que está drogado o lo que más miedo me da, que esté embrujado.


En ese cuerpo de hombre, cuando duerme se despierta un niño, un niño asustado que quiere alguien quien lo proteja, alguien que pueda defenderlo de la oscuridad. Sabe Padre, él llora por las noches, en sus sueños solloza, me abraza y se me apega con fuerza, siento como tiembla, como suda de miedo, entonces lo acaricio le beso su frente, lo arrullo en mis brazos, le tomo sus manos y lo abrigo… 



Claro está que él siempre hierve Padre, hierve como un bebe afiebrado y entonces cuando estoy a punto de dormir grita y me muero de miedo Padre. De verdad que no sé qué hacer.

Creo que un día de estos no voy a aguantar más, ese hombre al que todos temen en la mañana, su escolta, la gente que él mira con tanto desprecio, sus jefes que tanto lo respetan; no saben lo frágil que es y por eso Padre, creo que él me tiene en esa casa. 



Tan linda mi casa, cierto Padre, tan linda con tantas cosas nuevas y hermosas, cualquier mujer estaría orgullosa. Pero yo no Padre, yo vivo con miedo, miedo a sus enemigos, miedo a sus amigos, miedo a él Padre.

A veces quisiera que no despertara, que se quedara allí en mis brazos, que no abriera más los ojos y al fin yo pudiera huir de esa casa tan linda, tan grande, tan lujosa; esa cárcel de la que solo puedo salir cuando vengo para acá o hacer las compras, siempre acompañada, siempre custodiada Padre. De verdad que no sé qué hacer.



II

Ayer lo fueron a buscar temprano, su escolta durmió en la puerta otra vez, ni siquiera amanecía cuando salio.

Yo no pienso, ya no quiero hacerlo. Para que ¿no cierto Padre?

Para que me pongo en eso si él solo está haciendo lo que es su deber; como él dice. 

No es que sea tonta, como ellos creen, es solo que no quiero pensar, no quiero llorar más.

Padre ¿de verdad usted cree que existe el cielo? ¿De verdad usted cree todo esa sarta de pendejadas que les dice a sus feligreses?

Perdone Padre porque la verdad yo no creo que usted sea tan pendejo de créelas, me decepcionaría. 

Así como yo me hago la pendeja cuando me piden que me vaya a traerles otro wiskicito, otra picadita, o como la otra noche Padre, que me mandaron a buscar un número telefónico en el directorio… ¡por Dios! Padre, era menos ofensivo que me hubieran mandado a ver si la marrana puso.

Perdone Padre, es este sofoco de la tarde, que días tan raros, tanto calor en las tardes y tanto frío por las noches; eso debe ser una señal divina o solo el calentamiento global, pero veía la otra noche en uno de esos canales que uno descubre en la soledad, que estos cambios de temperatura acabarán con esta maldición del mundo que somos los seres humanos. Porque somos una porquería, los seres humanos somos una mierda, un virus para el planeta. Padre ¿usted todavía cree que somos hechos a la imagen y semejanza de Dios?

Oiga Padre ¿usted todavía cree?



III

¿Escuchó las noticias?

Para que le cuento más. ¿Será que la gente puede aguantar más el miedo? A veces pienso que el día que escuche un grito de rebeldía en la calle, un solo grito Padre, ese día yo seré capaz de largarme de una vez por todas de esa casa.

Pero le preguntaba si escuchó las noticias… que pesar a la Martica la conocí en el colegio, fuimos compañeras desde la primaria; todavía me acuerdo que fue la primera amiga que tuve, hasta fue su primera novia antes de que me convenciera con sus frases rebuscadas y su risa pegajosa y para que Padre tiene su porte, es lindo por fuera.

Ella me dejó de hablar por él, los domingos cuando por obligación me la topaba en la plaza ella se hacía la que no me veía y yo, por encima de mis acompañantes la miraba con la esperanza de que su rencor se terminara de repente y pudiera acercarme y por fin tener un ser con quien compartir esta soledad; no es que me disguste hablar con usted, pero hay cosas que solo se cuentan entre mujeres.

Padre ¿de qué hablan los hombres en un baño? Porque nosotras si tenemos muchos temas, muchas cosas que hablar en las cuatro paredes de un baño; la otra tarde en un programa de radio estaban llamando a comentar sobre lo que hablamos las mujeres en un baño. 

Me gusta oír radio en las tardes, me acuerdo de mi mamá, ella se pasaba tardes enteras con su radio, yo escuchaba sin atención porque me gustaba encerrarme en mi cuarto a ver televisión o a hablar por teléfono con mis amigas del colegio… Pero ahora me pasó tardes enteras oyendo los programas de variedades o escuchando música, sabe Padre, me gusta la música vieja hasta me he aprendido la letra de un par de canciones, esas canciones que mi papá silbaba mientras trabajaba.

A Martha la encontraron en el botadero, como a los otros dos. En la radio dijeron que era un asesinato por celos.

De nuevo Padre, esa es otra ofensa a la inteligencia y es peor que la de la marrana.

Padre ¿Será que algún día la gente deja de sentir tanto miedo y mira por fin lo que todo el mundo ve?


IV


Vea Padre ¿no hay nadie afuera?

Claro que me costó un trabajo impresionante escaparme. Aquí me gusta porque es un lugar donde todo el mundo me ha visto pero nadie espera verme hoy. 

Si, el otro día leía sobre un comandante guerrillero que decía que la mejor manera de esconderse era estar donde todo el mundo lo ve, por eso me vine aquí y espero no le dé más molestias Padre.

Cuantas veces le dije que no sabía qué hacer ¿se acuerda Padre? 

Pero por primera vez en todos estos años supe que hacer, fue como si me iluminara, como esos momentos en las películas en que un ángel se presenta y dice que hacer, por donde ir o que decir, asimismo me sentí.

Creo que de todos los años que viví junto a él esta fue la primera vez que lo miré a los ojos; al menos así, sin miedo, con decisión. No aguanté más.

¿Ahora?

Pues Padre que le digo, no sé si hubiera sido mejor apretar el gatillo, eso no debe ser tan difícil. Usted sabe que el que a hierro mata… así dice la Biblia, ¿cierto?

Pero me voy llevándome lo que él más quiso en los últimos dos años.

Sabe Padre, no es venganza, no estoy haciendo como esas viejas que quieren utilizar a un inocente para vengarse de su amante o su marido y terminan haciéndole daño a quien menos tiene la culpa. No, no me quiero vengar de él, quiero más bien dicho, es salvar a mi hijo y de paso salvarme. 

Esta ciudad es grande pero es muy pequeña para esconderme, me tengo que ir lejos, por eso estoy aquí Padre.

Tranquilo Padre no me voy a demorar… pero ¿No ha de querer que me vaya sin que me escuche en confesión?


V


Raro; de todos estos años es la primera vez que vengo a confesarme, la verdad no es que lo crea necesario; pero ya que estoy aquí, frente a usted con esa cara de… perdóneme Padre, pero es que a mí los hombres cobardes me dan repulsión.

Padre ¿Usted cree que él lo va a matar por esconderme?

Tal vez, yo creo que si me quedo lo va a terminar matando, porque a pesar de no ser tan creyente como usted lo espera, solo hay algo que le pido a Dios todos los días desde que supe que estaba embarazada: que mi hijo tenga los mismos ojos verdes que el papá… y allí sí que él lo va a matar Padre, por diosito lindo que lo va a matar.

Por eso es mejor que me vaya lejos, porque usted no ha de querer irse con migo ¿cierto Padre?

viernes, 25 de octubre de 2013

AGUSTIN


El aire frio quema los rostros y el viento ruge entre las montañas, las mujeres cortan hojas de frailejón y las reparten entre los hombres para que sean utilizadas como abrigo.

En la mañana el Taita abrió dos cuyes para leer sus entrañas y todo está a favor, la Michita ha bendecido a los combatientes a pesar de la declaración de excomunión por parte del Obispo traidor en el pulpito el domingo pasado.



Juan Agustín arregla sus aperos los caballos no resisten tanto frio y da la orden de avanzar a paso redoblado, Anganoyes, Genoyes, Jojoas, Pasichanas, Botinas, Pejendinos, Criollos, Chachinoyes, Mocondinos… Soldados por la gracia de Dios, guerrilleros por la gracia de los ejércitos emancipadores.



Bordean los ejidos y avanzan al ritmo del bombo de yegua y las flautas de cáña, nadie sabe para quién trabaja, piensa Juan Agustín a la edad en que debería estar sentado en su cuarto pintando, tomando un anís y fumándose un tabaco. Uno de sus lugartenientes lo alcanza al galope para traerle buenas nuevas: Han desocupado la ciudad. Juan Agustín repasa cada uno de sus movimientos, hace muchísimos años en otro lado del mundo otros trescientos hicieron lo mismo, se hicieron fuertes al borde de las escarpadas montañas y vencieron ejércitos invencibles.


El viento rechifla en sus oídos, la muchachada avanza entre la bruma para ponerse a la orden del Comandante. Cada uno trae sus sueños y sus palos, sus lanzas hechas ayer y sus miedos digeridos.



Esto empezó a nombre del Rey, de un señor tan lejano y blanco como Dios y como acto de fe lo defendieron, tras haber sido atacados, saqueados y asesinados los hombres y mujeres de Pasto por Quiteños primero, por Payaneses después y ahora por los ejércitos de un tal Simón Bolívar . Pero ahora la lucha va más allá, al fin y al cabo el Rey es un ser que exista o no les da lo mismo, la lucha ahora es en contra de los dueños de la tierra y del gobierno, los Dones y las Doñas que los han sometido por tres siglos…


Juan Agustín entra a la ciudad seguido por un ejército de desarrapados indios, que se toman las calles como un día de mercado. El “VIVA EL REY”, hoy se ha trasformado en “Viva Agustín, Viva Pasto, Viva el pueblo”. Los comerciantes y hacendados han huido de la ciudad una vez más, el Obispo se esconde en la finca de tierra caliente, el Cabildo ha cerrado sus puertas. Esta noche bebamos y comamos que mañana moriremos, grita el líder guerrillero y desmonta su caballo.


La ciudad se va a dormir con una idea: “Cuando van a entender estos majaderos, que nosotros preferimos un Rey bien lejos, que un Tirano en nuestras tierras”.

martes, 22 de octubre de 2013

APARICIÓN

http://3.bp.blogspot.com/-oA2coO1trgw/TveGjtKCFhI/AAAAAAAAEG4/L5wJN4TSJbI/s640/6a1c9aace2678a7347fb79816ab880b3_h%255B1%255D.jpg



Recorro tu cuerpo con mis ojos
te miro caminando hacia mí
cada vez más cierta
cada vez más perfecta
tu cintura contonea
entre el tiempo y el espacio
tus caderas
anchas
sinuosas
se deslizan por el viento
y se hacen cada vez más ciertos
tu sonrisa
tus ojos
tu aliento

Que magnifica presencia
que alimenta mis sentidos
que desnudez tan perfectamente camuflada
entre tus prendas
que deliciosa figura
que contemplo así de cerca
me deja sin respiración
mientras te ríes de mi silencio

Que pasión desenfrenada
cabalga entre mis venas
tu cabello golpea mi rostro
tu perfume y tu aliento
me trasladan a otras dimensiones
se conjugan en medio de los besos
ecos
hechos
sentimientos
Perfecta aparición que en mí desencadena
la seducción escrita en letras vivas
letras que penetran
taladran
cincelan
palabras hechas verbo y carne
labios
ganas
noche
cuerpos

domingo, 20 de octubre de 2013

DELIRIO


MI MAMÁ ME MIMA

        I    
Cuando abrió los ojos sintió el mundo dar vueltas alrededor de ella; sitió la boca amarga. Sin volver la mirada recordó como los cortes de una película, lo que pasó la noche anterior y parte de esa madrugada.


De repente la puerta se abrió y frente a ella apareció la figura menuda de su hijo, trató de cubrir su desnudez pero no pudo, las cobijas estaban enredadas en el cuerpo de aquel hombre que roncaba a lado suyo. El niño la miró por un momento y corrió a meterse de nuevo entre las cobijas de su camita. Otra vez lloró en silencio.

Se recostó por un par de horas más. Que había de distinto esta vez si antes lo hizo solo por placer, si en esa misma cama había batallado largas jornadas para sacarse de su alma y de su cuerpo tanto dolor y tanta rabia, si definitivamente: “todos los hombres son iguales, después que consiguen lo que quieren se van”.

Que había de distinto esta vez, si al final esto pasa con un buen baño y una buena cepillada de su boca.

No podía sentir remordimiento alguno, esos pesos no le caen mal a nadie y el tipo, bueno el tipo no estaba mal y además la trató como a una reina.



II



Ya entrada la tarde salió con su hijo, casi no cruzaron palabra; le gastó todo lo que pudo comer, le compró un baloncito de carita feliz, un carrito de bomberos… 

La cabeza le duele y cada punzada le hace fruncir el ceño.

Que puede haber de diferente hoy si antes lo hizo por venganza y después por pura gana, al fin y al cabo ella está sola y no tiene que dar explicaciones, no tiene a quien darle razones. 

Lo que hace lo hace por su hijo y por ella, por nadie más, porque es su vida y su cuerpo y ella puede hacer con ello lo que bien le venga en gana. Que puede haber de diferente…


Al finalizar la tarde llega a su casa, pasa por la tienda comprando pan, leche y huevos, los billetes se acabaron pero ella ha descubierto la manera de ganarse unos nuevos.



III


El lunes llega temprano a la Universidad, ha mandado a su hijo al colegio con las últimas monedas que sobraron. Ríe inocente con sus amigos de semestre. Mientras toma un tinto, uno de los profesores que había visto antes, pero del cual no sabe ni su nombre, se le acerca sonriente, la saluda y le dice que un amigo mutuo le mandó saludos y que está interesado también, siente entonces que se le revuelve el estómago y que le sudan las manos, pero finalmente le da el número de su celular, él le dice que el próximo fin de semana y ella asiente con la cabeza mientras toma un gran sorbo de café.


IV


Toda la semana pasó rápidamente, ella no quiere pensar, no hay nada que pensar, su hijo la recibe todas las tardes con un beso, la abraza con fuerza, le dice que la quiere… a veces se sume en largos silencios, se esconde bajo su cama y llora, llora sin consuelo.

Le hace dibujitos con casas de colores, pajaritos, corazones y soles de invierno, la mira desde la esquina de su cuarto y corre de repente a abrazarla. 

A las 5:45 suena su celular, está en clases, por lo cual sale al corredor a recibir la llamada, se pone una cita. 

Llega a su casa con algo de nerviosismo y se arregla y se perfuma para una fiesta. A las 7:35 maquillada y coqueta, pero sobriamente vestida, le sirve una cena preparada con afán a su hijo y le dice que se acueste temprano, que no la espere pues llegará tarde y sale de su casa. El niño corre al piso de arriba, se trepa en la ventana de su cuarto y la mira desaparecer entre un carro rojo.


V

En la madrugada oye que abren la puerta, su madre ha llegado y no está sola, él se estremece y finge dormir. Siente que ella lo mira desde el quicio de la puerta y escucha como habla susurrando con un hombre, oye como se cierra la puerta y siente que quiere morir.

No han pasado diez minutos, salta de la cama y lo piensa una y mil veces, toma aire, quiere gritar, abre la puerta de su cuarto suavemente y en la oscuridad recorre los pocos pasos hasta el cuarto de su madre, siente miedo, empuja suavecito la puerta y se para en medio de la entrada… Su madre desnuda ni siquiera se percata de su presencia en medio de su pasión desenfrenada.

El niño cierra sus ojitos y las lágrimas se escurren por sus mejillas, corre otra vez hasta su cuarto y llora, llora sin consuelo.

Esta vez el hombre se escapa entre las sombras, ella ni siquiera sabe del espectáculo dantesco que su hijo sufre allá en su cuarto, vuelve a la cama y cubre su desnudez con su pijama de flores no sin antes guardar en el cajón del closet los billetes. 

Piensa en medio de sus tragos que no importa, no tiene por qué importar, al fin y al cabo eso pasa con un buen baño y una buena cepillada de su boca.
Jorge Narváez Ceballos

AMANECER


sábado, 19 de octubre de 2013

AL ALBA


Todo en ti es parte de la seducción, todo, hasta los detalles más nimios, las horas enteras de hablar y los silencios, tu respiración y cualquier detalle de tu anatomía.

Yo sé que te das cuenta y sé que sonríes sin abrir tus ojos, cuando te contemplo ese universo en movimiento que conozco de memoria, esa geografía y esa hidrografía que me encanta recorrer con todos los sentidos de mi cuerpo. Amarte es para mí la razón de la existencia.

Cada palabra, cada caricia son el preludio del arribo a ese mundo que nos inventamos juntos con el único fin de hacernos uno, sin dejar de ser en ningún momento. Este es un amor que nos ilumina cada vez más. Cada momento contigo en un ritual contacto, con esa pasión desenfrenada que me cala hasta los huesos. Vamos y volvemos al cielo tantas veces, que sentir la eternidad se ha convertido en un acto cotidiano. Tu sonrisa se ha convertido en el punto de partida de todas las acciones de mi vida.

Hoy solo es posible conocer el mundo a través de tu piel, mirar la luz del día reflejada en tus ojos y respirar el aire que brota de tu pecho. Mi mente solo está en función de inventar nuevas maneras de amarte y repetir sin cesar ese ritual contacto de palabras, de caricias y de besos. Mi amor por ti es simple y a la vez complejo, tierno, apasionado, entregado y eterno. Mi amor es cada cosa que me lleva a tu recuerdo, es el aire, la luz, la música, el viento. Mi amor eres tu cuando estás conmigo y soy yo cuando te pienso.

MULTIVERSOS


LA SANTA CRUZ


I

Casi  arrastrando sus pies cruzó la iglesia de esquina a esquina, se santiguó al pasar por el frente del cristo redentor que adorna la nave principal y continuo su rutina de todos los días.

Piensa en el descanso que ha sido ese alto parlante en lugar de las campanas, antes de eso debía subir las gradas en caracol hasta el campanario y bajarlas de nuevo, dos veces al día, todos los días.

Esta tarde quiso acomodar un poco las velas que alumbran la santa cruz, ya se acerca la semana santa y es mucha la gente que viene a alumbrarla. Comenzó a raspar la cera endurecida del piso, los residuos en el latón de la mesa y entonces quiso limpiar las paredes alrededor de la cruz de madera pintada de verde, donde los fieles se persignan tocando el tronco de ese árbol destajado casi completo para ser soporte de la fe.

Rió al leer las notas que los fieles escriben con lapicero, lápiz, hasta con objetos corto punzantes para dejar la huella indeleble de su petición urgente ante el Señor a través de este objeto de su sacrificio. Que le de fuerzas para aguantar al marido borracho, que le de trabajo a una hija, que le cure el reuma a su mamita, que le rompa el corazón a ese infiel, que quiere un novio bien lindo…

De repente quedó frio como si hubiera visto al mismísimo demonio, tambaleó incluso al echar el pie hacia atrás, cuando leyó pintado en la pared con lápiz rojo: “Sabemos que estas aquí grillo y te jodiste”.

II

Esa mañana se levantó más temprano se bañó, se vistió lentamente como un ritual cotidiano, dejo arreglando los ornamentos, el vino con agua, las hostias contadas, prendió el alta voz  y se paró junto al altar dos gradas más arriba que el resto de los fieles, una más que todos los días. Desde allí divisó cada uno de los que entraban al templo.

Hizo lo mismo en la misa de la tarde, pero no encontró nada que lo haga sospechar. ¿Será una coincidencia? Pensó sin hablar.

Aunque el mismo se contesta que nada en el mundo es coincidencia, nada. Todo  es parte de un ajedrez que se juega entre Dios y el Diablo, ajedrez en el que él fue uno de los alfiles, lo que siempre dudo es de cuál de los dos era la ficha.  

Que hijueputa, murmuró entre dientes, que se venga lo que Dios o el Diablo me tengan deparado.

Recorrió casi uno a uno los recuerdos mientras limpiaba y acomodaba las bancas, sin olvidar contarlas una a una, tres hileras, dos de doce y una de cuatro en la nave lateral izquierda, frente a Santa Marta la patrona de los imposibles.

Quien podría estar aquí, siempre se cuidó de no dejar hilos sueltos. Si hasta el acento local lo aprendió al dedillo para pasar desapercibido y el cura viejo que lo acepto como sacristán murió sabiendo lo que él le contó en sus confesiones, pero jamás supo quién era y de donde venía.

Uno a uno transito su recuerdos, hasta intento hacer alarde de su memoria al querer recordar nombre y lugares, formas y métodos. Pero no se le ocurría quien o como pudieron dar con él. Solo atinó a comentar en medio de la ofrenda del pan y el vino: Señor, yo sé que no hay nada oculto bajo el cielo…

III

Nueve días con sus noches pasaron sin poder dormir, hasta tiene un dato exacto de cuantos y cuando vienen los fieles a la iglesia. Durante los años que aquí lleva jamás se había percatado de detalles tan nimios.

La vecina de la casa verde de dos pisos tiene dos hijas y tres nietos, dos nietas y un nieto, el cual según ha deducido es quien la hace venir al menos dos veces en semana a prenderle una velita a la santa cruz. Están los dueños del almacén de zapatos, madrugan a misa todos los días, tienen problemas, lo sabe porque a la hora de darse la paz, primero voltean a ver quién hay a su lado y al final con una acción repetitiva y mecánica se dan la mano sin fuerza y sin sentido. La secretaria del banco se sienta casi de primera, su aroma a perfume caro y a jabón de baño trasciende el incienso y la parafina ardiendo, es una estela de luz cuando camina a la comunión, lo lleva cabalgando en sus recuerdos a otros lugares con más sol y con menos años.

Sabe quiénes vienen a rezar y quienes vienen a pasar el tiempo, al medio día hay una señora joven que viene a la hora del almuerzo y se va diez minutos antes de las dos a su trabajo; al menos si viniera a la misa se fuera comiendo hostias…

Viejos, jóvenes y niños. A todos los tiene encasillados en una de las categorías en que aprendió a hacerlo, solo unos cuantos malhechorcillos de esquina, dos o tres, que vienen a la iglesia a repartirse el botín, rompen con el cuadro de los fieles y ninguno tiene ni siquiera un asomo de ser culpable de la sentencia del lápiz rojo.

¿Quién lo mira sin que él pueda mirar? ¿Quién lo tiene como presa? ¿Quién o quienes se confabulan contra su normalidad de hace tiempo, aquí y ahora, cundo él ya había casi olvidado el por qué, el cuándo y el cómo, de tantas cosas que no pude ni siquiera confesar al padre nuevo?

IV

Ahora pasa la noche en vela, sacó del baúl una Pietro Beretta 9mm, que acompaña con la oración de la Santa Cruz, la limpia, la aceita, la arma y la desarma, repitiendo de memoria: ven conmigo santa Cruz de Jesucristo, tened piedad de nosotros santa Cruz de Jesucristo, apartad de mi toda arma cortante. Santa Cruz de Jesucristo, vierte en mi todo bien…

Lo repite una y otra vez, cuando se levanta, cuando camina entre el confesionario y la nave central, cuando enciende el altavoz, cuando cambia los cirios o las velas, cuando mezcla el agua con el vino, cuando toca la campanilla en la elevación, solo deja de repetir cuando dice, para convencerse así mismo, en voz alta y sonora: Señor, yo no soy digno de que entres a mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme.

Lleva muchos días sin dormir, los recuerdos se mezclan con la realidad y cada vez su semblante se torna más distante, más enfermo, más cansado. Hasta la señora que vende las velitas se ha preocupado por él, aun después de que intento hacerla sacar del atrio con su puesto de velitas y de incienso, tan solo porque le caía mal.


Esta mañana está muy mal, ni siquiera alcanzó a doblar la estola, la cual dejó encima del alba y de la casulla, no pudo limpiar el cáliz cuando cayó al pie de la puerta de la sacristía, pesadamente sobre su rodilla izquierda. Con su mano derecha trato de asirse a la jamba de la puerta, pero se vino abajo con el peso de su cuerpo. Miró hacia arriba la luz colándose por las hendijas del techo, la imagen del Padre eterno pintada en la cornisa, los pasos IV y V del víacrucis, sintió que el aire le faltaba, que los labios se le entumecían y que los ojos se cerraban, mientras reconoció a la distancia la imagen del sacerdote acercándose a pasos rápidos, venía en su ayuda, lo miró cuando llegó a su lado y dejo de mirar cuando al agacharse junto a él, se le deslizo de su mano un lápiz rojo, que fue lo último que vio allí y para siempre.
Jorge Narváez Ceballos